Recuerdo que, por la invitación de una compañera de la escuela, me animé a prepararme para recibir la primera comunión. La verdad no tenía idea de que era eso, pero quería hacerlo porque mis amigos lo iban a hacer. Lastimosamente ese año no pude, pero al año siguiente, junto con mi hermano menor, hicimos la primera comunión un 19 de octubre del 2008 en la capilla “Nuestra Señora de la Merced” (más conocida como la capilla de Sarco en el mismo barrio en el que vivíamos). Fue en aquella capilla donde comencé a descubrir mi vocación gracias al testimonio de los muchos Misioneros del Verbo Divino (verbitas) que llegaban de distintos países para aprender español e ir a la misión. Mi amor por la misión y mi deseo de entregar mi vida al servicio de la misión, se lo debo a ellos.

Después de hacer mi primera comunión pedí ser monaguilla en la capilla. Permanecí desde los 12 hasta los 18 años participando activamente en la capilla. También hice mi confirmación en la parroquia Madre del Verbo Divino el año 2011. Fue en ese tiempo que descubrí que algo me inquietaba. Evidentemente me atraía ver cómo los misioneros compartían con la gente, atendían los sacramentos y sobre todo las veces que iban de misión. Me preguntaba a mí misma: ¿las mujeres podrán ser sacerdotes? Con mis 12 años tenía el deseo de serlo, pero claro, evidentemente no se podía. A medida que iban pasando los años, procuraba discernir el llamado que sentía a la vida misionera, aunque no sentía el pleno apoyo de parte de mis familiares. Desde que les plantee la idea de ser religiosa misionera, percibí que no les agradaba para nada, ya que ellos preferían que estudie, que salga profesional y que después haga lo que quiera, pero para mí lo más importante y lo primero, era mi vocación y no así la profesión. Ese deseo permaneció mucho tiempo en mí y sin embargo lo deje ahí por algunos años, hasta que, el año 2010, durante un almuerzo navideño, cuando aún tenía 14 años, uno de los verbitas, el P. Wigner Cando SVD, nos comentó que ellos tenían unas hermanas religiosas de la misma familia congregacional, es decir, ¡eran misioneras al igual que ellos! Me dio mucha alegría escucharlo. Resulta que eran las Misioneras Siervas del Espíritu Santo (SSpS); y que casualmente, vivían a unas cuadras de mi casa.
A partir de ese momento, me decidí a buscar aquello que me inquietaba. Es así que una tarde, con una amiga que también era monaguilla, me animé a ir a la casa de las hermanas. Recuerdo que tocamos el timbre y una hermana nos abrió la puerta, pasamos a la sala y conversamos bastante, la hermana me veía muy “pequeña”, quizá no creía que podía perseverar hasta terminar el colegio, pues aún me quedaban cuatro años para salir bachiller. No la vi muy esperanzada por mí, pero si por mi compañera. Con el tiempo fui visitando más seguido a las hermanas, y de esa manera, conocí más la congregación. No olvido que veía cómo las hermanas apoyaban en la parroquia y llegaban y salían de la casa regional con rumbo a sus diferentes misiones. Las hermanas, al igual que los sacerdotes, tenían una entrega total a la misión evangelizadora, y siempre estaban predispuestas a las necesidades que sufría la gente.

A principios del 2014, después de haber entregado mi carta a la hermana provincial solicitando hacer mi aspirantado en la congregación, el 5 de febrero de ese mismo año fui admitida y enviada a la ciudad de Santa Cruz para realizar mi experiencia con las hermanas. Un año más tarde (2015), fui admitida para pasar al postulantado, y así continuar con mi formación inicial. Mi destino fue de regreso a Cochabamba, pero esta vez en una zona periférica (barrio 20 de octubre, zona sur). Un año más tarde, fui admitida para hacer el noviciado por dos años en San Lorenzo, Paraguay (2016-2017). Regresé a Bolivia el 13 de enero de 2018 e hice mis primeros votos el 2 de febrero del mismo año, en la capilla que me vio nacer espiritualmente (Sarco). Aquel año, hice mi experiencia pastoral nuevamente en Cochabamba (barrio 20 de octubre) y al año siguiente (2019) fui destinada a la casa Regional para comenzar mis estudios filosóficos y teológicos en la UCB – Facultad de Teología San Pablo.
Actualmente me encuentro terminando mis estudios en Cochabamba. Aún recuerdo con mucha gratitud cada palabra y gesto de cercanía de los Misioneros del Verbo Divino que contribuyeron en el descubrimiento y confirmación de mi vocación religiosa misionera.
Michelle Orellana, SSpS.